El día de la madre
¡Cuántas veces he corrido a refugiarme en tus brazos! siempre seguros, serenos, protectores. Perdido en tu pecho, siempre oía como un murmullo salía suave de tus labios para animarme, para decirme que nada ocurría… y como si así fuera, mis miedos desaparecían. No hay dudas, no hay miedos, no hay peligros que puedan acechar a quien se siente protegido entre los brazos de una madre…
Ahora ante tí, me inclino, te beso la frente, te susurro que te quiero, pero ya no obtengo respuesta, perdida seguramente en ese mundo interior en que te has sumido; en esa niñez recuperada a base de los duros golpes de la vida. Ahora aquella fuerza que parecía inagotable, se ha vencido por el tiempo, y soy yo el que desea protegerte entre mis brazos, para que sientas que no hay miedos ni dudas.
La vida es injusta porque nunca mira de frente a quien se lo merece, porque reparte la suerte a su capricho sin mirar ni los esfuerzos, ni la pasión, ni las ganas, ni la lucha, porque a veces levanta su dedo y marca el destino que se le apetece. Y puede tirarnos abajo, como si de un castillo de naipes se tratara, lo que con tantos esfuerzos levantamos. Luchar día a día, sí. Vivir día a día, sí. Disfrutar día a día, sí. Es lo que hemos de hacer, pero dura la lección que he tenido que aprender. Porque el futuro nadie lo sabe.
Te miro, mamá, aunque mi mirada vuela hacia aquel día que volví de mi primer día de colegio, con una pequeña nota en la mano, y un mensaje que a escondidas había escrito para tí. Te miro, mamá, aunque ya lo que veo, son tantos años que me dedicaste, sacrificándolo todo por nosotros, trabajando sólo por nosotros. Te miro, mamá, y no puedo sino sentirme orgulloso de tenerte y de abrazarte. Sé que en el fondo, desde donde estés, me sigues día a día; sé que aunque no puedes expresarlo eres feliz por lo que voy consiguiendo, y porque a mi lado, tengo a la mujer que tú siempre deseaste para mí. Sé, que desde donde estés, tú la quieres tanto como yo. Porque la vida podrá derribarnos las cosas terrenales como castillos de naipes, pero si hay algo que jamás puede destruir es el amor entre un hijo y su madre.
Hoy es el día de la Madre, mamá. MADRE… con mayúsculas. Esa eres tú. Mi madre, para siempre. Y te quiero… me inclino hacia tí, para darte ese beso en la frente que tantas veces debí haberte dado…
No tengo ni la más mínima duda de que sigue velando por ti, cuidándote aunque no te des cuenta, sintiendo ese amor que le regalas cada día. Como tu bien dices, nada puede destruir el amor de una madre hacia un hijo, ni el de un hijo hacia su madre.
Siéntete muy orgulloso de ti mismo pues has sido, eres y serás siempre, el mejor hijo que una madre pueda tener.
¡Un fuerte beso!
Hoy me has hecho llorar, malagueño de corazon grande, y mis lagrimas tambien son de orgullo, porque yo que siempre he buscado a la gente de de buenos sentimientos, tengo la suerte de tener otro pequeñin de los grandes en mi lista…….Gracias Javier!!!!
Que corazon