Paso tras paso

calle solitaria

Dieciocho coches aparcados, tres de ellos de Madrid y dos de Granada. Dos papeleras. Dos cubos de basura, uno para vidrios. Ventincinco casas. Una librería. Una tienda. Ciento cuarenta y nueve baldosas en color marrón y blanco…

Cierras los ojos y paso tras paso recorres el mismo camino una y otra vez. Sin levantar la cabeza. Sin emitir un sonido aunque tu corazón quiera gritar desgarrado. Triste rutina que conoces de memoria, tantas veces ya que lo recorriste. Y al fin, con la cabeza gacha y las manos en los bolsillos vuelves a llegar al final de la calle. Al mismo cruce. Al mismo lugar.

Miras a tu derecha, y sólo ves los cuarenta y seis baldosines de la calle que hay a continuación. Miras a la izquierda, y ves las mismas fachadas, los mismos coches, los mismos cubos de basura.

Da igual el camino, te dices, harto ya de encontrarte una vez más en la encrucijada. Pero una vez más agachas la cabeza, giras a tu derecha y continúas contando los baldosines, paso tras paso, ruidoso silencio que truena en tu interior atrapado en un volcán.

Al menos siempre te quedan los sueños. Y las esperanzas.

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1 comentario

  1. Yaiza dice:

    La solución a la rutina está, quizás, no en cambiar el escenario, sino en recorrerlo de otra manera, fijándonos en detalles nuevos y buscando calles alternativas. Claro que, para ello, hemos de levantar la cabeza…

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