Dejar pasar el tiempo con un teclado y cheetos
Hoy es un día importante. Un paso adelante. Uno más. Quisiera sentarme aquí, escribir con sentido, centrar mis ideas, y gritarle al mundo lo feliz que soy. Pero no puedo. Estoy sentado, sí, claro, pero es tal la alegría y los nervios que mis ideas se arremolinan en mi cabeza sin orden ni concierto. A lo más que alcanzo es a meter impulsivamente mi mano en uno de esos paquetitos de Cheetos que tan útiles son cuando lo mejor que alcanza a hacerse es, simplemente, dejar la mente en blanco.
Quizás sea eso. Quizás simplemente necesite dejar la mente vacía, no pensar y comer. Escuchar el mundo a mi alrededor y dejarme llevar.
La tele dice que esta noche un asteroide pasará muy cerca de la Tierra; dicen que a 359.000 kilómetros (nada, vamos, aquí al lado), aunque eso supone que la distancia sea similar a la de la Luna. No pasará nada, dicen. Esperemos no ser dinosaurios más en la Historia de la Humanidad. De momento, perdido en la noticia que atraviesa mi cabeza de oreja a oreja, yo me contento con otro «asteroide», pero más pequeñito, una de esas bolas de queso tan ricas que mis niños devoran impulsivamente cada vez que vamos al cine.
Otra noticia: un homínido de más de 2 millones de años. Lástima. No pude oir en qué sitio lo encontraron. Restos del pasado. Bueno, da igual. A mí ya solo me interesa vivir el presente y mi día de mañana.
Desvarío, lo sé. Pero mientras me desgasto las uñas perdiendo el tiempo en el teclado; mientras devoro cada vez a mayor velocidad estos dichosos Cheetos adictivos, el tiempo pasa.
Otros lo hacen divirtiéndose en eso a lo que llaman «feisbuk» (facebook, me dicen los niños). Otros simplemente haciendo zapping y los que tienen imaginación hasta se montan sus propias películas.