Todo es silencio, de Manuel Rivas

Manuel Rivas

Todo es silencio, reza la portada del último libro de Manuel Rivas, escritor atlántico, de la estirpe de los nereidos que esculpen bajo la perpendicular y sobre la tangente del setestrelo, con dulzura brigantina y ojos de Ith siempre acechando la brumosa Eire desde el faro del fin del mundo.

Fíjense: Manolo Rivas empezó por ser un PP, un periodista-poeta, o un poeta-periodista, quién sabe. Decía Hölderlin que como poeta siempre tenía a su disposición un hospital en el que retirarse dignamente, la filosofía. Pobre Hölderlin. Difícilmente diría lo mismo del periodismo que, sin embargo, históricamente ha servido de asilo para poetas. O para decirlo bien: como la única forma que tenía esa canalla de llevarse un jornal a casa.

El caso de Rivas es un poco especial: su compromiso con ese oficio fue tempranero. De aquellos polvos, estas rosas cinceladas sobre el papel que representan las columnas del autor gallego. Mucho se ha hablado de un arte de la columna, para el que no todo mortal está preparado. Con Rivas, empero, la columna deviene en ocasiones magnífica cariátide. Sin duda, es la huella más clásica del poeta kallaiko.

En los 80 publica varias obras de prosa poética. Rivas fue, y es, un poeta menor. Pensamos que él mismo estaría de acuerdo. Cuando decimos menor, pensamos más en términos musicales que en otra cosa. En Rivas el tono menor, tono melancólico por antonomasia, acentúa su condición lírica, céltica, irlandesa, gallega.

Hay mucha belleza suave en el tono menor, y grandeza, y también en la poesía de Rivas encontramos una y otra. Aunque a veces se corra el riego de intoxicación. Aquí, la referencia inevitable es Rosalía, poeta en la que abunda el tono menor, sin que falte el mayor, que acaba equilibrando el ritmo, o elevándolo a una potencia inusitada.

Rosalía, en el fondo, es más clásica que Sócrates, Rosalía es griega, si bien del norte, y hasta por momentos su afamada tristeza no es tal, sino una melanjolía homérica que nada tiene que ver con la pueril melancolía romántica.

Manuel Rivas es O’Rivas, gran aficionado (sentido orteguiano) a literatura sajona, irlandesa, británica. Hay mucho anhelo de Joyce en el Rivas de sus primeras historias, y ya antes lo hubo de Yeats. Un millón de vacas, Los comedores de patatas, En salvaje compañía…gracias a autores como Rivas, los 90 parecieron la primera década primaveral del nuevo milenio literario que ya Cunqueiro había conseguido garantizar para la lengua gallega.

Escritor multipremiado, por aquellos años esa condición se multiplicó. Libros como ¿Qué me quieres, amor? O El lápiz del carpintero hicieron que Madrid se tomase la molestia de girarse para ver qué pasaba en provincias. Por supuesto, provincianas son las antiparras de algunas gentes capitalinas, pues lo cierto es que Manuel Rivas nunca necesitó la mediación castellana para triunfar fuera de nuestras fronteras. Nunca.

Y así llegamos al último lustro. Se le exigía una gran novela. En 2006 publicó Los libros arden mal. Y este mismo año, Todo es silencio. De nuevo, la fuerza melodramática de una acción narrativa que se balancea entre el impresionismo y el puntillismo. Rivas es un rapsoda, en el sentido de que su obra tiene mucho de rapsódica.

Se lo acusa de servidumbres pop, o, más bien, cinematográficas. Algunos esconden un despecho fundamental cuando lo califican de superficial. En efecto, el cine es el arte más superficial y, por eso mismo, uno de los más interesantes. Pero la superficie, como decía Valery de la piel, es muy profunda.

La cuestión no es si Rivas se limita a copiar los formalismos del cine en sus novelas (¿pero qué diablos significa esto?), cosa que no sería nada fácil, sino saber si lo que presenta ya no son más que guines para futuras adaptaciones. Y la respuesta, por supuesto, es rotundamente no.

  • Título: Todo es silencio
  • Autor: Manuel Rivas
  • Año edición: 2010
  • Editorial: Alfaguara
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1 comentario

  1. Sara Caro dice:

    Hace poco estuve en un congreso en Jerez de la Frontera, organizado por la Fundación Caballero Bonald, en el que Manuel Rivas participó. Fue genial, me encantó y animo a todo el mundo a que lea algo de este señor.

    Un saludo.

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