Julian Barnes, Premio Booker 2011
Muchos de los premios literarios que se conceden, como casi todo el resto de los galardones a decir verdad, han sido teñidos por un halo de sospecha que se cierne sobre las razones para otorgarlo y, por ende, sobre la resolución del jurado. Sin embargo, por mucho que se diga, se sepa o se intuya, algunos de ellos siguen teniendo una cierta aureola de sofisticación y luminosidad que sigue fascinando a propios y extraños. Uno de los más prestigiosos dentro del mundo de la literatura inglesa y que tampoco escapa nunca a la polémica en sus decisiones es, a este respecto, el Premio Booker cuya edición de este año la ha acaba de ganar el escritor británico Julian Barnes.
Y no será porque no lo haya intentado antes: hasta en tres ocasiones una novela suya fue finalista de este célebre galardón, a saber “El loro de Flaubert”, “Inglaterra, Inglaterra” y “Arthur y George”. Sin embargo ha sido con su última creación, “The Sense of an Ending” con la que ha dado en la diana.
Para ser honestos, Barnes se perfilaba como el candidato favorito de este año: era el más conocido de los que concurrían (cinco, además de él) y, el hecho de que sus anteriores novelas, muy elogiadas por crítica y público, hubiesen quedado descartadas por considerarlas “demasiado complejas” había alimentado un cierto resquemor.
La obra, de tan sólo 150 páginas pero portentosa en su contenido, indaga en los siempre peligrosos límites de la memoria y lo hace a través de las reflexiones que realiza un hombre de mediana edad sobre los diversos caminos que él, y sus amigos de la niñez, han tomado a lo largo de la vida. De tal modo que la propia memoria se perfila como el utensilio perfecto que nos permite elegir entre aquello que queremos recordar de lo que no nos interesa en absoluto hacerlo.