Campos de Castilla, de Antonio Machado
El pasado 22 de febrero se conmemoró el 73 aniversario de la muerte del gran poeta español, Antonio Machado. Uno de los miembros más representativos de la célebre Generación del 98, dejó una herencia de poesía al país que le vio partir hacia la localidad francesa de Colliure huyendo del horror de la Guerra Civil que se libraba en nuestro país.
Nos ha legado versos imperecederos, como ese “Hoy es siempre todavía” e, incluso, el último que se encontró en el bolsillo de su chaqueta ya muerto “Estos días azules/ y este sol de la infancia”, que dan buena cuenta de su gran altura como poeta. En este sentido, el artículo de hoy va dedicado a una de sus mayores obras, la más capital de todas ellas, que es, sin duda alguna, la que tituló como “Campos de Castilla”.
Machado la escribió a raíz de su estancia en Soria y gracias al contacto continuo que tuvo con su realidad: el paisaje, la tierra, la forma de ser de los castellanos, que trasladaron al poeta el gran calado de sus habitantes y del suelo que les ha visto crecer; hasta tal punto que el autor se sintió en perfecta sintonía lírica con ellos. El libro, no deja de representar esta identificación.
Aunque de temática bastante heterogénea, en sus versos se puede contemplar tanto la admiración de Machado por estas tierras, como la contraposición de lo efímero y lo objetivo (la palabra en el tiempo) con la propia meditación y reflexión filosófica que realiza el poeta alrededor del destino de España. En este sentido, además de mencionar los problemas que aquejan la época, Machado también describe ese paisaje idealizado de Castilla, a través del cual el poeta realizará una intensa búsqueda espiritual.
La obra se publicaría finalmente por primera vez en 1912.