Los viajes extraordinarios de Julio Verne

Julio Verne

Julio Verne, que por voluntad paterna estaba destinado a ser abogado, estaba decidido a dar a conocer la ciencia mediante la literatura; con ello logró cautivar la imaginación  de millones de lectores y hacerse con un puesto entre los más grandes escritores de todos los tiempos. Su primera aventura fue el escaparse del hogar familiar con 11 años para embarcarse a bordo de La Coralie, que viajaba en dirección a la India. Su padre, furioso, le castigó con dureza y le hizo prometer que sólo viajaría con la imaginación a partir de entonces.

Su influencia llevó al almirante Byrd a viajar al Polo Sur, a Yuri Gagarin a soñar con ser astronauta y contó con la devoción de Dimitri Mendeleiev, el creador de la Tabla Periódica, que le consideraba (según sus propias palabras) un genio científico.

En el año 1862 da comienzo a lo que denominaría «Viajes Extraordinarios», una serie de novelas que comenzó con «Cinco semanas en globo«, libro que fue publicado por Jules Hetzel. Julio Verne firmó un contrato para publicar tres novelas al año, enfocadas a difundir todos los aspectos posibles de la ciencia. Física, astronomía, geología y otras muchas disciplinas jugaron un importante papel en sus novelas, además de su gran pasión por describir lugares y culturas distantes. Con la publicación de «De la Tierra a la Luna«, que salió por fascículos en un periódico llamado Journal des Débats, consiguió que cientos de personas se presentasen voluntarias para ser miembros de la aventura por la conquista de la Luna.

Julio Verne fue un gran admirador del trabajo de Charles Dickens, de quien elogiaba su rotunda forma de expresión y su sentido del humor, como también lo fue de H. G. Wells, pero aludió que pese a que el trabajo de ambos pudiese parecer similar, Wells utilizaba puramente la imaginación, mientras que el se documentaba exhaustivamente antes de emprender una novela. Incluso reforzó sus argumentos agregando que Wells había inventado para su novela «Los primeros hombres en la Luna» una sustancia con propiedades antigravitatorias, de la que Verne dijo que nadie tenía ni la más mínima idea de su composición química o su mera posibilidad de existir.

Julio Verne también aclaró en una entrevista por el rotatorio americano The Pittsburgh Gazette que, aunque se pudiese pensar que los vehículos que describía en sus novelas parecían invención propia (submarinos, automóviles o dirigibles), en realidad eran cosas a medio inventar mientras él escribía. Simplemente se había cuidado bien de investigar y examinar cada detalle antes de darlo a conocer al público, por lo que podía estar tranquilo sobre la exactitud de sus datos aportados.

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